El Camino Que Nunca Termina

Introducción: La llamada en la noche

Era una noche oscura y tormentosa en el pequeño pueblo de Willow Creek. El viento soplaba con furia mientras las ramas de los árboles crujían como si fueran huesos quebrándose. En medio de esa tempestad, una figura solitaria caminaba por un sendero polvoriento, con el sonido de sus pasos resonando en la quietud de la noche. Se decía que ese sendero era conocido como «El camino que nunca termina», una ruta maldita que nadie se atrevía a recorrer después de la caída del sol.

Nudo: La sombra en la niebla

La figura solitaria era María, una joven valiente que había escuchado historias sobre El camino que nunca termina y que desafiaba al destino caminando por él en busca de respuestas. Su corazón latía con fuerza cuando de repente, una densa niebla comenzó a cubrir el sendero, envolviéndola en un abrazo gélido. María sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal mientras una sombra se materializaba delante de ella, moviéndose con una danza macabra.

Desenlace: El pacto con lo desconocido

La sombra se acercó lentamente a María, con sus ojos brillando con un fulgor sobrenatural. En un susurro siniestro, le ofreció un pacto: recorrer El camino que nunca termina hasta el final para descubrir el secreto oculto detrás de sus brumas, a cambio de un precio muy alto. María, con el corazón lleno de valentía y curiosidad, aceptó el trato y siguió caminando, adentrándose en la oscuridad sin fin.

Cada paso que daba parecía llevarla más lejos de la realidad conocida, sumergiéndola en un laberinto de pesadillas y visiones perturbadoras. El tiempo se distorsionaba en aquel lugar maldito, haciéndole perder la noción de la realidad y la cordura. ¿Qué secretos guardaba El camino que nunca termina? ¿Cuál sería el precio que María tendría que pagar por descubrir la verdad?

Finalmente, cuando creía haber llegado al final del sendero interminable, se encontró frente a un espejo oscuro que reflejaba su propia imagen distorsionada, sus ojos vacíos de vida. Comprendió entonces que El camino que nunca termina era en realidad un reflejo de su propio interior, un laberinto de miedos y deseos oscuros que debía enfrentar.

El eco de su risa desquiciada resonó en la noche mientras el espejo se desvanecía en la neblina, dejando a María sola en la oscuridad. ¿Había encontrado la respuesta que buscaba o se había perdido para siempre en el camino sin fin? Nadie lo sabía, pero la leyenda de El camino que nunca termina viviría para siempre en los susurros de la noche, alimentando el miedo y la intriga de aquellos que se aventuraban a desafiar lo desconocido.

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