El canto de la noche
Introducción: La melodía siniestra
La noche caía sobre el pequeño pueblo de Lintervale, cubriendo las calles con un manto oscuro y silencioso. Los lugareños se apresuraban a cerrar sus ventanas y puertas, sintiendo un escalofrío recorrer sus espaldas al notar la atmósfera cargada de misterio que envolvía el lugar.
Sin embargo, había algo más en el aire esa noche. Algo que trascendía lo común, algo que resonaba en los rincones más oscuros de la mente de aquellos que se atrevían a prestar atención. Era un susurro lejano, un murmullo inquietante que parecía emanar de las sombras mismas. Una melodía siniestra que se deslizaba por las calles como una serpiente acechante.
Nudo: La obsesión creciente
María, una joven residente del pueblo, había sido la primera en percibir el extraño canto de la noche. Desde su habitación en el ático de la antigua casa familiar, escuchaba la melodía que se insinuaba en su mente, tentadora y perturbadora a la vez. No podía apartar la mirada de la ventana abierta, por donde se filtraban los ecos de aquella canción desconocida.
Día tras día, María se sumergía en una obsesión creciente por descubrir el origen de aquel canto misterioso. Investigó en libros antiguos, consultó a los ancianos del pueblo y rastreó leyendas olvidadas en busca de respuestas. Sin embargo, cuanto más se adentraba en el enigma, más enredada se sentía en las redes de la oscuridad.
Las noches se volvieron eternas para María, que apenas podía conciliar el sueño atormentada por la melodía que la llamaba desde las sombras. Su rostro palidecía, sus ojos brillaban con una luz febril y sus manos temblaban al compás de la melancólica canción que resonaba en su mente.
Desenlace: El pacto con lo desconocido
Una noche, mientras el pueblo dormía tranquilo ajeno al peligro que se cernía sobre él, María se aventuró decidida a seguir el rastro del canto de la noche. Siguiendo una intuición inexplicable, llegó a las afueras del bosque prohibido, un lugar en el que se decía que moraban criaturas de la oscuridad.
Allí, en medio de la penumbra y el silencio sepulcral, encontró a una figura encapuchada que entonaba la melodía con una voz que helaba la sangre. Los ojos de María se encontraron con los de la misteriosa entidad, y en ese instante supo que había llegado al final de su búsqueda, al corazón mismo de la pesadilla.
La figura extendió una mano esquelética hacia María, ofreciéndole un pacto con lo desconocido. Sin pensarlo dos veces, la joven aceptó, seducida por el poder y el misterio que rodeaban al ser que le había revelado el secreto del canto de la noche. Desde ese momento, María se convirtió en la guardiana del enigma, perpetuando la canción siniestra que resonaba en la oscuridad.
Así, la historia de El canto de la noche se perdió entre las sombras del pueblo de Lintervale, envuelta en un aura de misterio que perduraría por generaciones, susurrada en la brisa nocturna y recordada en cada canto de los pájaros al anochecer. Y aunque María había sellado su destino con un pacto tenebroso, su espíritu vagaba eternamente en busca de redención, esperando ser liberado de la prisión de la melodía que la había condenado.
Fin.