Introducción: El susurro de la oscuridad
En una pequeña aldea rodeada de densos bosques, se contaba una leyenda que atemorizaba a todos sus habitantes. Se decía que, cada noche, un crujido inquietante resonaba en el suelo, anunciando la presencia de una presencia maligna que acechaba a los desprevenidos. Los lugareños evitaban transitar por los senderos solitarios al caer la noche, temerosos de encontrarse con el origen de aquel siniestro sonido.
Nudo: La sombra en la penumbra
Una fría noche de otoño, un joven llamado Gabriel desafió las advertencias de los lugareños y decidió internarse en el bosque en busca de respuestas sobre el crujido en el suelo. Armado con una linterna y nervioso por la inminente oscuridad, avanzó entre los árboles retorcidos mientras el viento siseaba entre las ramas. El suelo crujió bajo sus pies, pero Gabriel no se detuvo, impulsado por una curiosidad insaciable.
Cada paso parecía hundirse en la tierra como si esta intentara devorarlo, y el crujido se intensificaba a medida que se adentraba en la profundidad del bosque. Una sensación de malestar lo invadió, pero la determinación lo mantenía en movimiento. De repente, un destello fugaz captó su atención: una sombra se deslizaba entre los árboles, esquivando la luz de su linterna. El corazón de Gabriel palpitaba desbocado mientras seguía el fugaz rastro en la penumbra.
Desenlace: El eco de la maldición
La sombra lo condujo a una cabaña abandonada en lo más recóndito del bosque, donde el crujido en el suelo era ensordecedor. Con mano temblorosa, Gabriel empujó la puerta entreabierta y penetró en la oscuridad opresiva. Un escalofrío recorrió su espina dorsal al percibir la presencia malévola que se cernía sobre él. El crujido se intensificaba, acompañado por un susurro ininteligible que helaba la sangre.
Al iluminar la estancia con su linterna, Gabriel descubrió una figura envuelta en sombras, con ojos ardientes que lo miraban fijamente. El crujido provenía de sus huesos marchitos, de su carne putrefacta que se descomponía lentamente. El terror se apoderó de Gabriel cuando comprendió que aquella criatura era la encarnación de la maldición que acechaba la aldea.
Antes de que pudiera reaccionar, la criatura se abalanzó sobre él con garras afiladas y dientes carcomidos, sedienta de venganza por siglos de soledad y tormento. Un grito desgarrador resonó en la cabaña mientras la oscuridad devoraba al joven intruso, dejando solo el eco inquietante del crujido en el suelo.
El bosque guardó silencio, ocultando su secreto bajo un manto de sombras. ¿Qué había llevado a Gabriel a su trágico destino? ¿Acaso había despertado una fuerza oscura más allá de su comprensión? El crujido en el suelo persistiría en la memoria de la aldea, recordándoles que en lo más profundo de la oscuridad, la maldición aguardaba su siguiente víctima.
El misterio perduraría, alimentando el temor en los corazones de aquellos que se aventuraran a desafiar los límites de lo desconocido. ¿Quién sería el próximo en escuchar el crujido en el suelo y caer presa de la oscuridad que acechaba entre las sombras del bosque? Solo el tiempo revelaría la respuesta, mientras la leyenda continuaba tejiendo su red de terror en la aldea maldita.