El Faro Que Nunca Se Apaga

El faro que nunca se apaga

Introducción: La llamada de la oscuridad

En un remoto rincón de la costa, donde las olas chocan violentamente contra los acantilados y el viento sopla con furia, se alzaba un faro solitario. Un faro imponente, cuya luz destellaba en la negrura de la noche como un guía para los navegantes perdidos en el mar embravecido. Sin embargo, los lugareños susurraban sombrías leyendas sobre el faro, historias de almas perdidas y desapariciones misteriosas que ocurrían en sus alrededores. Se decía que el faro tenía una presencia siniestra, una oscuridad latente que parecía emerger de su centelleante luz.

Nudo: El secreto del faro

Una fría noche de invierno, un joven investigador obsesionado por los misterios del mar decidió adentrarse en la leyenda del faro que nunca se apaga. Con sus herramientas en mano y un corazón lleno de valentía y temor por igual, se aventuró en lo desconocido. Al llegar a la base del faro, sintió una extraña sensación de desasosiego, como si algo lo observara desde las sombras. Ignorando sus instintos, subió los escalones de hierro que serpentean hasta la cima del faro, donde la luz parpadeante lo recibió con un brillo inquietante.

Mientras investigaba los mecanismos del faro, el investigador descubrió un pasadizo secreto oculto detrás de una vieja estantería. Intrigado, decidió adentrarse en la oscuridad, arrastrando consigo una linterna temblorosa. El pasaje estaba cubierto de polvo y telarañas, como si nadie hubiera pisado aquel lugar en décadas. A medida que avanzaba, el aire se volvía más denso y frío, como si las sombras mismas lo rodearan con ansias de devorarlo.

Desenlace: La revelación final

Al llegar al final del pasadizo, el investigador se encontró frente a una puerta de madera carcomida por el tiempo. Con un corazón acelerado, empujó la puerta entreabierta y se encontró con una escena sobrecogedora. En el centro de una sala circular yace un antiguo telescopio apuntando hacia el mar, rodeado de velas encendidas que proyectaban sombras danzantes en las paredes. En el centro de la habitación, una figura encapuchada se erguía en silencio, con los brazos extendidos hacia el firmamento estrellado.

El investigador sintió un terror indescriptible al comprender la verdad detrás del faro que nunca se apagaba. Aquel faro no era simplemente una guía para los navegantes perdidos, sino un portal hacia el inframundo, un faro maldito que atraía a las almas errantes hacia su abrazo oscuro. Antes de que pudiera reaccionar, la figura encapuchada se giró lentamente hacia él, revelando unos ojos sin vida que parecían contener el vacío mismo.

Sin pensarlo dos veces, el investigador huyó de aquel lugar maldito, descendiendo los escalones del faro con el corazón palpitando en su garganta. Al llegar a tierra firme, se dio la vuelta y contempló con horror cómo la luz del faro se extinguió lentamente, sumiendo la costa en una negrura impenetrable. La llama que había brillado por siglos finalmente se apagaba, llevándose consigo los secretos y las almas atrapadas en su abrazo de tinieblas.

El faro seguía en pie, pero su luz nunca volvería a brillar en la oscuridad de la noche. Y así, la leyenda del faro que nunca se apaga perduraría en la memoria de aquellos que se aventuraran cerca de sus ruinas, recordándoles que en lo más profundo de la oscuridad siempre habita un peligro que aguarda pacientemente a ser liberado.

Fin.

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