El Rostro Que Nunca Cambia

# Introducción: El Rostro que Acecha en la Oscuridad

En un remoto pueblo rodeado de bosques frondosos y neblina perpetua, se encontraba una vieja cabaña abandonada que susurraba historias de terror entre las sombras. Los lugareños evitaban pasar cerca de ella, temerosos de despertar a los espíritus que se rumoreaba habitaban aquel lugar. Pero había algo en esa cabaña que atraía a los más valientes y curiosos: el rostro que nunca cambiaba.

# Nudo: El Misterio que Atormenta

La leyenda contaba que en una de las paredes de la cabaña, justo en el rincón más oscuro y olvidado, se podía ver un rostro grabado en la madera. Un rostro pálido y desgastado por el paso del tiempo, con ojos vacíos que parecían seguirte a donde quiera que fueras. Dicen que aquel rostro pertenecía a un antiguo habitante de la cabaña, un hombre que había vendido su alma al diablo a cambio de poder y riquezas. Y desde entonces, su rostro quedó atrapado en esa pared, observando en silencio a todos los que se acercaban.

Los jóvenes del pueblo, desafiando el miedo que les inculcaban los mayores, decidieron investigar el misterio del rostro que nunca cambiaba. Armados con linternas y coraje, se adentraron en la cabaña en busca de respuestas. A medida que avanzaban por los pasillos polvorientos y las habitaciones en ruinas, podían sentir la presencia del rostro acechándolos, como si estuviera esperando pacientemente su llegada.

# Desenlace: La Eterna Vigilia del Rostro

Finalmente, llegaron a la habitación donde se encontraba el rostro grabado en la pared. La luz de las linternas iluminaba su rostro inmutable, haciéndolo parecer aún más siniestro y misterioso. Uno de los jóvenes, temblando de emoción y miedo, extendió la mano para tocar el rostro, pero antes de que pudiera hacerlo, una ráfaga de viento frío sacudió la habitación y apagó las linternas.

En la oscuridad, se escuchó un susurro helado que parecía venir del propio rostro. «¿Por qué me buscan, intrusos?» resonó la voz en la mente de los jóvenes. «Mi rostro nunca cambiará, pues estoy condenado a vigilar esta casa por la eternidad. ¿Qué desean saber de mí?»

Los jóvenes, paralizados por el miedo y la sorpresa, no supieron qué responder. El rostro seguía mirándolos fijamente, sus ojos vacíos parecían penetrar en sus almas. Después de lo que pareció una eternidad, las linternas se encendieron de nuevo y el rostro desapareció de la pared, dejando solo un rastro de frío y melancolía en el ambiente.

Los jóvenes salieron de la cabaña, con el corazón palpitante y la mente llena de preguntas sin respuesta. ¿Quién era el hombre detrás del rostro que nunca cambiaba? ¿Qué secreto guardaba la cabaña abandonada? Quizás nunca lo sabrían, pero una cosa era segura: el rostro seguiría allí, vigilante y eterno, en su eterna vigilia en la oscuridad.

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