Introducción: La Presencia en lo Oscuro
Desde tiempos inmemoriales, la Casa de los Robles había sido un lugar temido por los lugareños del pequeño pueblo de Dália. Se decía que sus muros de piedra guardaban secretos oscuros y que las sombras que se alargaban por sus corredores susurraban historias de tragedia y maldición. Pero nada asustaba tanto a los habitantes como la figura que, desde hacía semanas, se dejaba ver en la puerta principal de la mansión. Una sombra alta y espectral que parecía observar con ojos invisibles a quien osara acercarse demasiado.
Nudo: El Misterio de la Figura
La aparición de la figura en la puerta de la Casa de los Robles desató el rumor y el miedo en todo el pueblo. Nadie se atrevía a acercarse lo suficiente como para distinguir su rostro, pero se decía que emanaba una presencia tan perturbadora que cada noche, cuando la oscuridad envolvía el lugar, se escuchaban lamentos y susurros provenientes de sus alrededores.
Los valientes que se aventuraron a investigar más de cerca nunca regresaron, sumiendo a Dália en un estado de histeria colectiva. Las autoridades locales, incapaces de dar una explicación razonable, optaron por acordonar la casa y advertir a la población que se mantuviera alejada de sus terrores.
Pero la curiosidad y el morbo podían más que el miedo, y pronto surgieron teorías y leyendas urbanas sobre la figura en la puerta. Algunos decían que era el espíritu de un antiguo propietario de la mansión, otros aseguraban que era una entidad demoníaca que buscaba venganza. Sea cual fuera la verdad, la presencia de la figura en la puerta seguía siendo un enigma sin resolver.
Desenlace: La Sombra del Olvido
Una fría noche de octubre, Clara, una joven intrépida que había perdido a su hermano en circunstancias misteriosas años atrás, decidió desafiar el tabú y adentrarse en la Casa de los Robles. Armada con una linterna y el valor impulsado por el deseo de encontrar respuestas, cruzó el umbral en busca de la figura que había atormentado a su pueblo.
A medida que avanzaba por los pasillos desiertos y polvorientos, Clara sentía una presencia acechante a su alrededor. Los murmullos se intensificaban y las sombras cobraban vida propia, danzando a su alrededor como espectros sedientos de venganza. Finalmente, llegó al vestíbulo principal, donde la figura en la puerta la aguardaba en silencio.
Con paso vacilante, Clara se acercó lentamente, sintiendo cómo el frío la envolvía en su abrazo gélido. Al fin, alzó la linterna y dirigió su luz hacia el rostro de la sombra. Lo que vio la dejó sin aliento: en lugar de un ser terrorífico o un alma en pena, se encontró con el reflejo de su propio rostro, pálido y demacrado por el tiempo y la culpa.
La figura en la puerta no era más que un recordatorio de los pecados del pasado, un eco de la tragedia que había marcado la vida de Clara para siempre. Con lágrimas en los ojos, la joven comprendió que la verdadera maldición no residía en la Casa de los Robles, sino en su propio corazón atormentado. Y así, en medio de la penumbra, la sombra de la figura en la puerta se desvaneció lentamente, dejando a Clara sola con sus demonios internos y el eterno remordimiento.
Desde aquel día, la Casa de los Robles volvió a ser sólo una mansión abandonada, el pueblo de Dália retomó su rutina habitual y la figura en la puerta se convirtió en una leyenda más, perdida en el olvido. Pero algunos juraban seguir viendo su sombra en las noches más oscuras, recordándoles que, a veces, el verdadero terror reside en los rincones más profundos de nuestra propia alma.