El viento helado golpeaba las ventanas de la vieja casa abandonada en lo profundo del bosque. Los árboles crujían misteriosamente, como susurros antiguos que la noche arrastraba consigo. En una de las habitaciones, una figura tras la ventana cerrada se manifestaba de manera inexplicable, desafiando la razón y despertando el terror en aquellos que se atrevían a adentrarse en su historia.
Cuenta la leyenda que, hace muchos años, un hombre solitario habitaba en esa casa. Se decía que estaba poseído por una sombra que lo atormentaba sin descanso, obligándolo a realizar actos impensables. Se rumoraba que su mirada era tan fría como la muerte misma, y que su presencia enmascarada por la oscuridad tenía un poder sobrenatural. Los lugareños evitaban pasar cerca de la casa, temerosos de la figura que observaba desde aquella ventana cerrada.
Una noche, un grupo de valientes decidió desafiar la superstición y adentrarse en la morada abandonada. Armados con linternas titilantes, atravesaron la maleza espesa que rodeaba la casa hasta alcanzar la entrada principal. El crujir de las tablas podridas bajo sus pies resonaba en la oscuridad, como un eco siniestro que les advertía de peligros inminentes. Al llegar a la habitación donde se avistaba la figura tras la ventana cerrada, un escalofrío recorrió sus espaldas, anticipando el horror que estaba por desvelarse.
La figura tras la ventana cerrada los observaba con ojos vacíos, sin vida, pero cargados de un mal ancestral. Cuando uno de los intrusos se acercó con temeraria curiosidad, un grito desgarrador rompió el silencio de la noche, anunciando la presencia de la sombra que habitaba en aquella casa maldita. En un instante, la figura desapareció, dejando tras de sí una estela de miedo y desesperación.
Los valientes se retiraron apresuradamente, con el corazón latiendo desbocado y la certeza de haber despertado a un ser más allá de su comprensión. Desde entonces, la casa quedó sumida en un manto de misterio, siendo evitada por todo aquel que conociera la leyenda de la figura tras la ventana cerrada.
¿Qué era aquella presencia siniestra que acechaba desde lo más profundo de la oscuridad? ¿Era realmente un ser de otro mundo, una proyección de la mente atormentada del hombre que alguna vez habitó la casa, o simplemente una ilusión creada por el temor y la superstición? Nadie lo sabía con certeza, y la incertidumbre se convirtió en parte inseparable de la leyenda que perduraría por generaciones.
Así, la figura tras la ventana cerrada se volvió un enigma eterno, una sombra que seguía acechando en la penumbra de la noche, esperando a aquellos que se atrevieran a desafiar sus límites y adentrarse en el abismo de lo desconocido.