La mujer que no habla
Había una vez un pequeño pueblo enclavado en las montañas, donde las brumas perpetuas y los árboles retorcidos parecían susurrar secretos antiguos. En aquellas tierras, la gente hablaba en susurros sobre una figura misteriosa que deambulaba por los senderos oscuros: la mujer que no habla. Se decía que su presencia estaba ligada a la tragedia y la desdicha, y aquellos que se encontraban con ella no volvían a ser los mismos.
# El encuentro en la oscuridad
Una fría noche de otoño, un joven llamado Martín regresaba a su hogar después de una larga jornada de trabajo en el campo. La luna llena iluminaba débilmente el camino, creando sombras alargadas que parecían cobrar vida propia. Martín caminaba con paso apresurado, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda al percibir una presencia cercana.
A lo lejos, entre la neblina, distinguió una figura borrosa que se acercaba lentamente hacia él. Su corazón empezó a latir con fuerza mientras intentaba distinguir los rasgos de aquella persona. Cuando la figura estuvo lo suficientemente cerca, Martín se detuvo en seco al ver el rostro pálido y los ojos vacíos de la mujer que no habla.
Ella vestía un vestido blanco que ondeaba al viento, y su cabello oscuro caía en mechones desordenados sobre su rostro. Martín sintió un escalofrío al notar que sus labios no se movían, como si estuviera atrapada en un silencio eterno. La mujer extendió una mano helada hacia él, invitándolo a seguirla hacia la oscuridad del bosque.
# La revelación en la ruina
Martín, impulsado por una extraña fascinación y un miedo latente, decidió seguir a la mujer sin pronunciar palabra alguna. Caminaron en silencio a través de los árboles retorcidos, hasta llegar a una ruina antigua oculta entre la maleza. La mujer se detuvo frente a la entrada y señaló hacia el interior con gesto enigmático.
Intrigado, Martín entró en la ruina y se encontró con una escena macabra: velas encendidas iluminaban un altar improvisado, donde yacía un libro antiguo cubierto de polvo. La mujer se acercó al libro y lo abrió lentamente, revelando páginas llenas de símbolos incomprensibles y figuras grotescas. Sin emitir sonido alguno, señaló una página en particular que mostraba un ritual arcano.
Martín sintió un nudo en la garganta al comprender la naturaleza de aquel lugar y la presencia de la mujer que no habla. Un terror ancestral lo invadió mientras las sombras danzaban a su alrededor, susurrando secretos prohibidos en su mente atormentada.
# La partida hacia lo desconocido
La mujer lo miró fijamente con sus ojos vacíos, como si leyera sus pensamientos más oscuros. Sin mediar palabra, extendió la mano hacia él, ofreciéndole el libro antiguo. Martín temblaba de miedo y fascinación, sin saber si aquella era su oportunidad de escapar o su perdición definitiva.
Con un suspiro tembloroso, Martín tomó el libro entre sus manos y sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. La mujer asintió con gesto enigmático y se desvaneció lentamente en la oscuridad, dejando tras de sí un rastro de niebla y misterio.
Martín salió de la ruina con el libro en su poder, preguntándose si había sido testigo de un sueño o una pesadilla hecha realidad. A medida que caminaba de regreso al pueblo, las sombras lo envolvían en un abrazo frío y silencioso, recordándole la presencia etérea de la mujer que no habla.
El destino de Martín quedó sellado en aquella noche de otoño, cuando se adentró en los senderos oscuros en busca de respuestas que solo los misterios antiguos podían revelar. Y así, la historia de la mujer que no habla se convirtió en parte del folclore del pueblo, alimentando el temor y la fascinación de quienes se aventuraban en los límites de lo desconocido.
Algunos dicen que Martín desapareció sin dejar rastro, sumergido en las sombras de la noche para siempre. Otros aseguran que lo vieron vagar por los bosques, buscando a la mujer que no habla en un intento desesperado por desentrañar el misterio que lo había atrapado.
El silencio se cernía sobre el pueblo como un manto de oscuridad, recordándoles que en los rincones más sombríos de la existencia acechaban secretos insondables y figuras fantasmales. Y así, la mujer que no habla seguía su danza eterna entre las brumas, esperando a aquellos valientes o imprudentes que se atrevieran a descubrir la verdad detrás de su silencio eterno.