# Introducción: El primer encuentro con la sombra
Era una noche oscura y tormentosa en la vieja cabaña de madera en medio del bosque. Laura, una joven valiente pero inquieta, había decidido pasar un fin de semana sola en aquel lugar apartado para desconectar del ajetreo de la ciudad. Sin embargo, lo que empezó como una escapada tranquila pronto se convirtió en una pesadilla que la perseguiría por siempre.
# Nudo: El misterio de la sombra persistente
La primera vez que Laura vio la sombra fue al levantarse para ir al baño en mitad de la noche. Una figura oscura se deslizaba por el pasillo, moviéndose con una gracia sobrenatural. Al principio, Laura pensó que era producto de su cansancio o de la escasa iluminación en la cabaña. Pero la sombra no desapareció cuando encendió las luces; al contrario, parecía cobrar más fuerza y definición.
Durante los días siguientes, la sombra se hizo cada vez más presente en la vida de Laura. La veía de reojo mientras cocinaba, la notaba detrás de ella cuando miraba al espejo, e incluso la percibía acechándola desde fuera de la ventana por las noches. Su presencia era perturbadora, inquietante, como si fuera un recordatorio constante de algo que Laura no podía comprender.
# Desenlace: La sombra que no se va
Aterrorizada y obsesionada, Laura decidió investigar sobre la historia de la cabaña. Descubrió que antaño había sido el hogar de una anciana solitaria, conocida en la región por practicar extraños rituales paganos. Se decía que invocaba a entidades malignas en busca de poder y eterna juventud.
Convencida de que la sombra estaba relacionada con aquella mujer, Laura intentó comunicarse con ella a través de sesiones de espiritismo. Pero en lugar de obtener respuestas, solo consiguió perturbar más la paz de la cabaña. La sombra se tornó más agresiva, manifestándose con más fuerza y frecuencia, como si estuviera enfadada por ser perturbada en su morada.
Finalmente, una noche, la sombra se materializó frente a Laura en toda su oscuridad. Con una voz susurrante y gélida le dijo: «Yo soy el reflejo de tus miedos más profundos, el eco de tus pecados olvidados. Nunca podrás deshacerte de mí, porque soy parte de ti misma». Y con esas palabras, la sombra se desvaneció, dejando a Laura sumida en un abismo de terror y confusión.
Y así, la sombra que no se va continuó acechando a Laura en cada rincón de su existencia, recordándole que el mal puede surgir de las sombras más profundas de nuestra propia alma, y que a veces, no hay escapatoria posible.
Conclusión
La noche cayó sobre la cabaña, envolviéndola en un manto de sombras que danzaban al compás del viento. Laura permaneció sentada en silencio, contemplando la oscuridad con ojos vacíos y el corazón lleno de temor. Sabía que la sombra seguiría allí, acechándola en la penumbra de su ser, recordándole que en el mundo de lo desconocido y lo insondable, no hay certezas ni salvación.
Y así, la sombra que no se va se convirtió en su compañera eterna, su testigo mudo de los secretos más oscuros de su alma, recordándole que, a veces, la verdadera amenaza reside en lo que creemos conocer y en lo que preferimos ignorar. Y mientras el viento soplaba frío en la noche, Laura supo que nunca más estaría sola en las tinieblas de su propia existencia.