La primera advertencia
El pequeño pueblo de Redwood Falls siempre había sido tranquilo, hasta que comenzaron los rumores. Todo empezó cuando varios vecinos reportaron haber visto a alguien extraño deambulando por las calles en medio de la noche. Un hombre de rostro pálido y sonrisa perturbadora, cuyos ojos brillaban con una intensidad escalofriante. Nadie sabía quién era, pero había algo en sus apariciones que provocaba un miedo indescriptible. Los más supersticiosos comenzaron a hablar de Jeff the Killer.
María, una chica de 16 años, nunca había creído en leyendas urbanas. Aunque había escuchado historias sobre Jeff the Killer en internet, pensaba que no era más que una invención macabra. Sin embargo, su opinión cambió una noche, cuando, mientras navegaba en su computadora, recibió un extraño mensaje de una cuenta desconocida: «Ve a dormir». Era tarde, y las palabras le causaron un escalofrío que recorrió su espalda, pero lo ignoró y siguió con su rutina.
El rostro en la ventana
Aquella noche fue diferente. María no pudo conciliar el sueño. Algo en su habitación parecía inquietante, como si el aire estuviera más denso, más pesado. Cerró los ojos, tratando de calmarse, pero escuchó un ruido suave, como si alguien rozara la ventana de su habitación. Abrió los ojos con el corazón acelerado, girando lentamente la cabeza hacia el cristal.
Ahí estaba él.
Un rostro pálido, casi inhumano, la observaba desde el otro lado de la ventana. Los ojos de la figura eran dos abismos negros llenos de maldad, y su sonrisa… esa sonrisa torcida y antinatural, parecía prometerle algo mucho peor que la muerte. María sintió el pánico subir por su garganta, inmovilizándola. Por un segundo, pensó que estaba soñando. Pero cuando la figura levantó una mano, golpeando suavemente el cristal con un dedo huesudo, supo que era real.
Se arrojó de la cama, corriendo hacia la puerta de su habitación para cerrar con llave. El rostro desapareció de la ventana, pero su mente estaba llena de aquella sonrisa. Sabía que no estaba sola. Un susurro débil, casi inaudible, llenó la habitación: «Ve a dormir».
La última pesadilla
A la mañana siguiente, intentó explicárselo a sus padres, pero ellos pensaron que había sido una pesadilla. «Has estado viendo demasiadas cosas en internet», le dijeron, tratando de calmarla. Pero María sabía que lo que había visto no era un simple sueño. Esa misma noche, por primera vez en su vida, decidió dormir con las luces encendidas y con un cuchillo bajo la almohada. El miedo se había instalado en su corazón, pero la duda le carcomía la mente. ¿Y si realmente había sido su imaginación?
Esa noche, cuando las luces de la casa se apagaron y el silencio reinaba, María se despertó de repente. Sentía una presencia en la habitación, algo frío, algo que no pertenecía a este mundo. Se atrevió a abrir los ojos lentamente, temiendo lo que pudiera encontrar. Y entonces lo vio. Jeff estaba ahí, parado a los pies de su cama. Su rostro seguía igual de pálido, igual de siniestro, y su sonrisa… más amplia que nunca. Los ojos de María se llenaron de terror mientras él se inclinaba hacia ella, susurrándole una vez más: «Ve a dormir».
Pero esta vez, antes de que pudiera reaccionar, todo se volvió oscuro.
A la mañana siguiente, la policía encontró la casa en completo silencio. Los padres de María seguían durmiendo, ajenos a lo sucedido. Pero María ya no estaba. Su cama estaba vacía, y lo único que quedó de ella fue una nota escrita en la pared, con una letra torcida y manchada: «Ve a dormir».
Nadie volvió a verla, pero desde esa noche, los habitantes de Redwood Falls aseguran que cuando la oscuridad cae, es mejor no mirar por la ventana ni ignorar los susurros que invitan al descanso eterno. Porque Jeff siempre está cerca, observando, esperando… con su sonrisa torcida y sus ojos que nunca duermen.