Introducción: El Pasillo de las Sombras
En una tranquila noche de luna llena, la oscuridad reinaba en la antigua casa de los Johnson. Un silencio sepulcral invadía cada rincón, interrumpido únicamente por el leve crujir de las maderas viejas y el suave aleteo de las polillas que revoloteaban alrededor de la lámpara de aceite. La joven Sarah se encontraba sola en casa, sumida en la lectura de un antiguo libro de hechizos que había encontrado en el desván unas semanas atrás. Sin embargo, algo en el ambiente le indicaba que aquella noche no sería como las demás.
El reloj marcaba las doce campanadas de medianoche cuando un escalofrío recorrió la espalda de Sarah. Levantó la mirada de su libro y sintió la presencia de una figura ominosa en el pasillo oscuro, justo frente a su habitación. Era una sombra difusa, apenas perceptible en la penumbra, pero lo suficientemente real como para helar la sangre de la joven. Sin embargo, lo más perturbador no era su forma, sino la sensación de malicia y peligro que emanaba de ella.
Nudo: El Misterio Acechante
Sarah se quedó paralizada, observando con temor la figura que parecía desafiar las leyes de la realidad. Trató de convencerse de que se trataba de su imaginación, de la falta de luz o del cansancio acumulado, pero en el fondo de su ser sabía que aquella presencia no era producto de su mente. Lentamente, la sombra comenzó a avanzar por el pasillo hacia la habitación de la joven, moviéndose en un vaivén hipnótico que la envolvía en un aura siniestra.
Con el corazón latiendo desbocado, Sarah decidió enfrentar su miedo y se levantó con determinación. Avanzó unos pasos hacia la figura, pero en lugar de detenerse, ésta pareció crecer en tamaño y oscuridad, envolviendo todo a su paso. Un grito de pavor se escapó de los labios de la joven, cuyo cuerpo temblaba sin control ante la presencia sobrenatural que la acechaba.
Desenlace: El Secreto de la Figura en el Pasillo
Justo cuando parecía que la sombra iba a engullir a Sarah por completo, un destello de luz iluminó el pasillo con una intensidad cegadora. La figura se desvaneció en un susurro inquietante, dejando tras de sí un rastro de frío y misterio. La joven se quedó allí, parada en la penumbra, tratando de comprender lo que acababa de presenciar. ¿Qué era aquella presencia? ¿Por qué la había elegido a ella como testigo de su manifestación?
Durante días, Sarah investigó en los archivos familiares y descubrió un antiguo pacto sellado por sus antepasados con fuerzas oscuras, un pacto que había sido olvidado con el paso de los años pero cuyas consecuencias seguían presentes en la casa. La figura en el pasillo oscuro era el guardián de aquel secreto, el testigo eterno de una promesa hecha en la sombra.
A pesar de que la sombra ya no volvió a aparecer, Sarah sabía que no podía borrar de su memoria la experiencia vivida aquella noche. El misterio del pasillo oscuro había revelado una verdad perturbadora, un legado de tinieblas que ahora reposaba en sus manos. Con la determinación de quien acepta su destino, Sarah decidió velar por el equilibrio entre la luz y la oscuridad, sabiendo que la figura en el pasillo siempre estaría allí, acechante, vigilante, esperando el momento oportuno para recordarle su fragilidad.
Así termina el relato de *»La figura en el pasillo oscuro»*, una historia que nos recuerda que, a veces, las sombras más profundas se esconden en los rincones más inesperados, aguardando pacientemente su momento para revelarse y desafiar nuestra percepción de la realidad.