Introducción: La sombra en la pared
El hombre en la esquina era una figura que habitaba los límites de la realidad y la oscuridad. Nadie sabía quién era ni de dónde venía, solo se le veía a lo lejos, siempre en la misma esquina de la calle, observando, esperando. Su presencia infundía temor en todos los que se atrevían a cruzar por su camino, como si fuera un recordatorio de que lo desconocido y lo maligno acechaban en las sombras más profundas.
Los habitantes del pequeño pueblo de Silverwood murmuraban sobre el hombre en la esquina, contando historias de terror que se transmitían de generación en generación. Se decía que aquel que se atreviera a mirar directamente a sus ojos sería condenado a una vida de pesadillas y desdicha. Era como si su sola presencia trajera consigo un aura de mal agüero, un eco de infortunio que resonaba en los corazones de quienes lo veían de reojo.
Nudo: El susurro en la noche
Una noche, Sarah, una joven valiente y curiosa, decidió desafiar las advertencias de los lugareños y acercarse al hombre en la esquina. Intrigada por la misteriosa figura, se adentró en la oscuridad de la calle desierta, con el viento gélido susurrando entre los árboles desnudos. El hombre en la esquina parecía fundirse con las sombras, su rostro oculto bajo un sombrero raído y su silueta apenas perceptible en la penumbra.
Sarah sintió un escalofrío recorrer su espalda cuando finalmente se detuvo frente al hombre en la esquina. Su corazón latía con fuerza en su pecho mientras levantaba la vista para encontrarse con unos ojos vacíos, sin vida, que parecían contener un oscuro secreto. Sin mediar palabra, el hombre extendió una mano huesuda y pálida hacia ella, invitándola a acercarse.
Incapaz de resistirse a la atracción magnética que emanaba de aquella figura enigmática, Sarah tomó la mano del hombre en la esquina y sintió un escalofrío recorrer todo su ser. Un susurro inquietante resonó en su mente, como si mil voces malignas intentaran comunicarse con ella desde las profundidades del más allá.
Desenlace: La verdad oculta
Sarah se apartó bruscamente, con el corazón latiendo desbocado y la mente nublada por el miedo. El hombre en la esquina permanecía impasible, observándola con una mirada penetrante que parecía traspasar su alma. Sin decir una palabra, se dio media vuelta y se alejó lentamente, sumergiéndose de nuevo en las sombras de la noche.
Desde ese día, Sarah nunca volvió a ser la misma. Las pesadillas la atormentaban cada noche, recordándole el encuentro con el hombre en la esquina y el oscuro secreto que había descubierto en su mirada vacía. Se decía que había encontrado la llave hacia un mundo más allá de nuestra comprensión, un lugar donde la realidad se funde con la oscuridad y la verdad se oculta entre las sombras.
Algunos aseguraban que Sarah había enloquecido, incapaz de soportar la carga de conocimiento que ahora pesaba sobre sus hombros. Otros afirmaban haberla visto deambular por las calles del pueblo, con la mirada perdida y un susurro incesante escapando de sus labios. Pero nadie sabía la verdad detrás del enigma del hombre en la esquina, ni qué destino aguardaba a aquellos que osaban desafiar a lo desconocido. Y así, la leyenda del hombre en la esquina perduraría en la memoria de los habitantes de Silverwood, como un recordatorio de que en las sombras más profundas acecha el horror más profundo.
Y hasta el día de hoy, nadie se atreve a acercarse a la oscura esquina donde una vez se alzó la sombra del hombre en la esquina. ¿Acaso desapareció en la noche, o sigue acechando desde las sombras, esperando a aquellos que buscan respuestas más allá de lo que deberían saber? Solo el tiempo lo dirá, mientras el misterio se cierne sobre Silverwood y sus habitantes, recordándoles que en cada esquina, en cada sombra, puede ocultarse un terror indescriptible.