# Introducción: El Niño que no Sonríe
En un pequeño pueblo rodeado de bosques frondosos y misteriosos, la leyenda de «El Niño que no Sonríe» acechaba las mentes de sus habitantes. Se decía que en una casa abandonada, en lo más profundo del bosque, vivía un niño con el rostro siempre serio, sin la más mínima expresión de alegría en su rostro pálido y demacrado. Los lugareños evitaban pasar cerca de esa casa, temerosos de lo que pudiera ocurrir si el niño decidía mirarles a los ojos.
# Nudo: La Presencia Inquietante
Una noche oscura y tormentosa, un grupo de jóvenes valientes decidió desafiar al destino y adentrarse en la casa abandonada para descubrir la verdad detrás de la leyenda del niño sin sonrisa. Con linternas en mano y corazones latiendo con fuerza, cruzaron el umbral de la vieja morada, donde reinaba un silencio pesado y perturbador. A medida que exploraban las habitaciones polvorientas, sentían la presencia inquietante del niño en cada rincón, como si sus ojos sin brillo les observaran en la penumbra.
Los jóvenes se adentraron en el sótano, el lugar más temido de la casa, donde se encontraba una vieja silla destartalada y un espejo cubierto de polvo. En ese momento, uno de ellos sintió un escalofrío recorrerle la espalda y giró lentamente hacia el espejo. Lo que vio en su reflejo le heló la sangre: el niño sin sonrisa estaba detrás de él, con su mirada fría clavada en sus ojos, como si pudiera leerle el alma.
# Desenlace: La Verdad Oculta
Sin decir una palabra, el niño sin sonrisa desapareció en las sombras, dejando a los jóvenes atónitos y temblando de miedo. Una vez fuera de la casa abandonada, intentaron sacudirse la sensación de haber sido observados por algo más allá de la realidad. Sin embargo, algo había cambiado en sus vidas desde esa noche fatídica.
A partir de entonces, los jóvenes comenzaron a experimentar extraños sucesos en sus vidas cotidianas: sombras que se movían sin explicación, susurros en la oscuridad y la sensación de que alguien les observaba desde la distancia. Cada vez que cerraban los ojos, veían la imagen del niño sin sonrisa grabada en sus mentes, como un recordatorio de que el mal puede acechar en los lugares más insospechados.
Así, la leyenda del niño que no sonríe se convirtió en una historia recurrente en el pueblo, susurrada en las noches de tormenta y recordada en cada mirada furtiva hacia la casa abandonada en el bosque. ¿Qué fue del niño sin sonrisa? Nadie lo sabe con certeza, pero su presencia sigue siendo una advertencia para aquellos que se atrevan a desafiar lo desconocido en busca de respuestas que quizás sea mejor dejar ocultas en la oscuridad de la noche.