Introducción: El susurro en la noche
La oscuridad envolvía la pequeña cabaña de madera ubicada en lo profundo del bosque. María, una joven fotógrafa en busca de inspiración, había elegido ese lugar apartado para encontrar paz y tranquilidad. Sin embargo, algo inquietante parecía acecharla desde su llegada.
Nudo: La presencia invisible
Durante las primeras noches, María empezó a escuchar susurros en el viento, voces que parecían provenir de más allá de los árboles. Intrigada, decidió explorar los alrededores en busca de la fuente de aquellos sonidos perturbadores. Fue entonces cuando descubrió un antiguo espejo apoyado contra un árbol, reflejando la luna llena con una intensidad sobrenatural.
Al acercarse, su imagen en el cristal parecía distorsionada, como si algo se moviera detrás de ella. Un escalofrío recorrió su espina dorsal, pero su curiosidad logró vencer al miedo. Al extender la mano hacia el espejo, sintió una ráfaga de frío que le heló la sangre. Entonces, una voz susurró en su mente, palabras ininteligibles que la atrajeron aún más hacia el espejo.
Desenlace: La revelación final
A medida que María seguía observando el rostro en el cristal, se dio cuenta de que no era su reflejo lo que veía, sino el de otra persona. Una figura borrosa, con ojos vacíos y una sonrisa macabra, la observaba desde el otro lado. De repente, la habitación se llenó de sombras danzantes, susurros que se intensificaban cada vez más.
En un acto de valentía impulsada por el pánico, María rompió el espejo con un golpe seco. El cristal estalló en mil pedazos, liberando una ráfaga de energía maligna que la hizo caer al suelo. Cuando abrió los ojos, la cabaña estaba en silencio, solo el eco de su respiración resonaba en el aire cargado de tensión.
¿Qué había liberado al romper el espejo? ¿Era todo producto de su imaginación o había despertado a una fuerza oscura que ahora vagaba libre por el bosque? María no lo sabía, pero una cosa era segura: el rostro tras el cristal la persiguió en sueños, recordándole que algunas puertas nunca deberían abrirse.
El misterio quedó flotando en el aire, sin respuestas claras ni explicaciones lógicas. La noche se cerró sobre la cabaña, dejando a María sumida en un terror que nunca había experimentado antes. Y así, entre susurros y sombras, su historia se desvaneció en la oscuridad, marcada por el rostro tras el cristal que nunca la abandonaría.
Con esta experiencia grabada en su memoria, María abandonó la cabaña en el bosque, llevando consigo el peso de lo desconocido y la certeza de que algunas verdades son mejor mantenerse ocultas, detrás de un cristal roto y un misterio sin resolver.