La Sombra sin Rostro

El bosque prohibido

Hace años, en un pequeño pueblo rodeado por un denso bosque, los habitantes vivían con una oscura leyenda: la figura de Slenderman. Los viejos del lugar advertían a los niños sobre el peligro de aventurarse en la espesura después del ocaso. Decían que quienes osaban adentrarse jamás regresaban. Slenderman, una criatura alta y esquelética, sin rostro, vestía siempre de negro, y sus brazos alargados podían alcanzarte desde cualquier rincón del bosque.

Lucía, una joven de 17 años, no creía en cuentos de terror. Ella era curiosa por naturaleza y estaba convencida de que la leyenda no era más que superstición. Sin temor, decidió que demostraría que todo era un mito. Eligió una noche de luna llena, cuando las sombras parecían más profundas y el bosque más oscuro, para enfrentarse a la leyenda.

El susurro entre los árboles

Con una linterna en mano y su teléfono en el bolsillo, Lucía se adentró en el corazón del bosque. El suelo crujía bajo sus pies y, con cada paso, el aire se volvía más frío. La luz de su linterna titilaba, pero ella no se detenía. Los árboles parecían cerrarse a su alrededor, como si el bosque mismo intentara atraparla. Mientras caminaba, algo extraño ocurrió: el sonido habitual de la naturaleza desapareció, y fue reemplazado por un inquietante silencio.

Fue entonces cuando lo vio: una figura alta y delgada a lo lejos. Lucía parpadeó, convencida de que sus ojos la engañaban, pero la figura permanecía inmóvil entre los árboles, observándola sin rostro. El frío se intensificó. Respiraba con dificultad. Dio un paso atrás, pero la figura comenzó a moverse hacia ella, lenta, silenciosa, con los brazos alargándose como si trataran de alcanzarla.

Lucía comenzó a correr, pero el bosque parecía un laberinto que cambiaba a cada paso. Las ramas se cerraban sobre ella, susurrando su nombre, mientras sentía una presencia a su espalda. Su teléfono vibró en el bolsillo. Lo sacó temblando y leyó el mensaje de un número desconocido: «No puedes escapar».

El toque helado de la oscuridad

Desesperada, Lucía se desvió por un sendero que no recordaba haber visto antes. Corrió hasta que encontró un claro en el bosque. Pensó que estaba a salvo, que había dejado atrás la pesadilla. Pero al levantar la mirada, la vio de nuevo. La figura estaba más cerca, más alta, más aterradora. Las sombras parecían alargarse a su alrededor, envolviéndola en un abrazo frío y mortal.

De pronto, el aire se volvió pesado y sus piernas se paralizaron. Trató de moverse, pero su cuerpo no respondía. Cayó de rodillas, sintiendo cómo algo gélido rozaba su cuello, y entonces, la oscuridad la envolvió por completo.

Los habitantes del pueblo la buscaron, pero Lucía jamás regresó. Solo encontraron su teléfono, con un último mensaje en la pantalla: «Ahora me conoces». Desde aquella noche, más personas comenzaron a desaparecer, y el bosque prohibido se convirtió en un lugar de terror eterno. Cuando la luna llena se alzaba, algunos juraban ver a una figura sin rostro vigilando desde las sombras, esperando a que alguien más se atreviera a entrar.

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