# Introducción: El susurro detrás de la cortina
La noche caía sobre la pequeña ciudad de Ravencliff, envolviendo las calles en una oscuridad inquietante. En una humilde casa al final de la calle Maple, vivía una joven llamada Laura. Su rutina nocturna siempre incluía cerrar todas las ventanas y cortinas antes de acostarse, como si intuyera que algo acechaba en la penumbra.
Una noche, mientras se preparaba para dormir, Laura escuchó un leve susurro proveniente del otro lado de la cortina del salón. Al principio pensó que era solo su imaginación jugándole una mala pasada, pero el susurro persistente la llenó de intriga y temor. Con el corazón latiendo con fuerza, se acercó lentamente a la cortina y, con manos temblorosas, la apartó un poco para mirar.
# Nudo: La presencia oculta tras la cortina
Tras la cortina, apenas visible en la oscuridad, Laura distinguió una figura borrosa y silenciosa. Sus ojos se abrieron desmesuradamente ante la presencia inexplicable que la observaba desde las sombras. Un escalofrío recorrió su espalda, pero su curiosidad superó al miedo y decidió acercarse más para intentar discernir de qué se trataba.
Con paso vacilante, Laura se aproximó a la cortina y, con un rápido movimiento, la apartó por completo. Lo que vio la dejó sin aliento: allí, de pie frente a ella, estaba una figura alta y esbelta, con una máscara blanca que ocultaba cualquier rasgo humano. Sus ojos, brillantes como dos luciérnagas en la noche, la miraban fijamente, sin parpadear.
Un silencio sepulcral reinaba en la habitación, solo roto por la respiración entrecortada de Laura y el suave susurro que parecía emanar de la figura enmascarada. Sin poder apartar la mirada, Laura sintió un terror indescriptible apoderarse de ella, como si aquella presencia fuera capaz de leer sus pensamientos más oscuros.
# Desenlace: El misterio tras la cortina
La figura detrás de la cortina permaneció inmóvil, como si esperara algo, como si guardara un secreto insondable que solo ella podía descubrir. Laura, paralizada por el miedo y la curiosidad, no sabía si gritar pidiendo ayuda o huir despavorida de aquella casa que ahora parecía estar habitada por algo más que simples sombras.
En un acto de valentía impulsado por la desesperación, Laura extendió la mano hacia la figura enmascarada y, con voz temblorosa, preguntó: «¿Quién eres? ¿Qué quieres de mí?». La figura no emitió sonido alguno, pero sus ojos brillaron con intensidad, como si trataran de comunicarse sin palabras.
De repente, un destello de luz iluminó la habitación por un instante, revelando que la figura había desaparecido sin dejar rastro. Laura quedó estupefacta, sin poder creer lo que acababa de presenciar. La incertidumbre se apoderó de su mente, dejando espacio para todo tipo de teorías y suposiciones sobre la extraña presencia que había perturbado su tranquilidad.
Mientras el haz de luz se desvanecía, Laura se encontró nuevamente en la penumbra de su salón, con la cortina ondeando suavemente al compás del viento nocturno. Se preguntó si todo había sido producto de su imaginación o si de verdad había sido testigo de algo sobrenatural. Con el corazón aún palpitante, cerró la cortina lentamente, dejando el misterio flotando en el aire, listo para ser descifrado por aquellos valientes que se atrevieran a asomarse detrás de ella.