Había una leyenda urbana que se susurraba en las sombras de la ciudad, una historia que solo los más valientes o los más insensatos se atrevían a probar: el juego del espejo. Se decía que aquellos que se aventuraban a jugarlo podían abrir una puerta a un mundo desconocido, un lugar donde las reglas de nuestra realidad se desdibujaban en las sombras del espejo antiguo.
La historia comenzó hace décadas, cuando un grupo de jóvenes curiosos buscaba emociones más allá de lo común. Escucharon rumores de un espejo ancestral que residía en una vieja mansión abandonada en las afueras de la ciudad. Dicen que el espejo, cubierto de polvo y sombras, tenía el poder de reflejar no solo las formas físicas, sino también los miedos más profundos y oscuros de aquellos que se atrevían a mirarlo fijamente.
El juego tenía sus reglas, o al menos eso se decía. Para invocar a las entidades ocultas, uno debía pararse frente al espejo justo a medianoche, con una vela encendida en una mano y un corazón sin temor en el pecho. Debías mirarte fijamente a los ojos en el reflejo y pronunciar las palabras ancestrales: "Sombra del pasado, temor del presente, en este espejo te invoco, ¡muéstrame tu semblante!"
Los valientes que se aventuraron a jugar este peligroso juego hablaban de experiencias aterradoras y visiones perturbadoras. Uno de ellos, un joven llamado Andrés, relató cómo vio su reflejo distorsionarse lentamente hasta convertirse en una figura oscura y retorcida que parecía arrastrarse desde el otro lado del espejo. Su corazón latía con fuerza mientras el miedo lo envolvía como una soga helada.
Otra participante, una chica llamada Laura, dijo que vio el rostro pálido de una mujer anciana mirándola fijamente desde el espejo. Los ojos sin vida de la anciana parecían contener un conocimiento antiguo y una tristeza insondable que hizo que el alma de Laura temblara de terror.
Pero la peor historia de todas fue la de Marcos, quien juró haber visto una versión distorsionada y grotesca de sí mismo en el espejo. Su reflejo se retorcía y contorsionaba en una danza macabra, emitiendo susurros incomprensibles que resonaban en su mente como cuchillos afilados.
A medida que más y más personas se atrevían a jugar este peligroso juego, los rumores se extendían como una plaga. Se decía que aquellos que no lograban salir del trance del espejo quedaban atrapados para siempre en su reflejo, condenados a vagar por el limbo entre nuestro mundo y el siguiente.
Pero incluso con todas las advertencias y las historias de terror, siempre había aquellos que buscaban la emoción de desafiar lo desconocido. La vieja mansión en las afueras de la ciudad se convirtió en un lugar de peregrinación para los valientes y los insensatos, aquellos que buscaban enfrentarse a sus mayores miedos reflejados en el frío cristal del espejo ancestral.
Y así, la leyenda del juego del espejo perduró en la oscuridad de la ciudad, una historia de terror que recordaba a todos que, a veces, es mejor dejar en paz a los secretos que yacen detrás del vidrio oscuro.
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