En lo alto de la colina, rodeada por un manto de sombras y silencio, se alzaba la Casa en la Colina. Una mansión antigua y majestuosa, con sus paredes de piedra cubiertas de enredaderas retorcidas y sus ventanas vacías como ojos sin vida, era un lugar que inspiraba temor y fascinación en igual medida.
La leyenda de la Casa en la Colina se remontaba a siglos atrás, cuando la oscuridad y el misterio envolvían el lugar en un abrazo helado. Se decía que la mansión había sido el escenario de tragedias inimaginables, que sus habitaciones albergaban secretos oscuros y que las sombras que se movían entre sus paredes tenían una vida propia.
Los lugareños evitaban pasar cerca de la colina al caer la noche, temerosos de las historias que se contaban sobre los susurros que se escuchaban desde las ventanas cerradas y los ruidos que resonaban en las profundidades de la mansión.
Una noche oscura y tormentosa, un grupo de jóvenes intrépidos decidió desafiar las advertencias y explorar la Casa en la Colina. Armados con linternas temblorosas y corazones llenos de valentía fingida, se adentraron en los pasillos polvorientos y las habitaciones olvidadas de la mansión.
A medida que avanzaban, el aire parecía espesarse con una presencia maligna, como si las sombras mismas los observaran con ojos hambrientos. Los ruidos inexplicables los hacían saltar de susto, y los destellos de movimiento en las sombras los mantenían en constante alerta.
En una de las habitaciones más alejadas del resto, descubrieron un retrato cubierto de polvo que parecía mirarlos con ojos acusadores. La figura en el cuadro, una mujer hermosa pero con una sonrisa retorcida en los labios, parecía seguirlos con la mirada mientras se movían por la habitación.
Decididos a descubrir el secreto de la mansión, los jóvenes continuaron explorando, cada paso más lleno de tensión y temor. En el sótano oscuro y húmedo, encontraron una puerta sellada con cadenas oxidadas y un candado cubierto de óxido.
Con manos temblorosas, uno de los jóvenes sacó un viejo juego de llaves que había encontrado en un rincón polvoriento y comenzó a probar una tras otra en el candado. El sonido metálico de las llaves resonaba en el sótano, mezclándose con el susurro del viento que se colaba por las grietas de la casa.
Finalmente, una de las llaves encajó en el candado y con un chirrido agonizante, la puerta se abrió lentamente ante ellos, revelando una escalera que descendía en la oscuridad.
Intrigados y aterrados por igual, los jóvenes decidieron bajar las escaleras, guiados por la curiosidad y el deseo de desentrañar el misterio de la Casa en la Colina.
A medida que descendían, el aire se volvía más frío y húmedo, y los sonidos de sus pasos resonaban en las paredes de piedra como un eco siniestro. Finalmente, llegaron a un pasillo oscuro y estrecho, iluminado solo por el débil resplandor de sus linternas.
En el centro del pasillo, encontraron una puerta antigua de madera tallada, cubierta de símbolos extraños y marcas antiguas. Sin embargo, antes de que pudieran acercarse, sintieron una presencia detrás de ellos.
Se giraron lentamente y vieron, con horror, que las sombras mismas se habían materializado en forma de figuras retorcidas y grotescas. Las criaturas de la oscuridad los rodearon, emitiendo susurros incomprensibles y alcanzándolos con manos frías y húmedas.
En un acto de desesperación, los jóvenes corrieron hacia la puerta tallada, empujándola con todas sus fuerzas. Con un estruendo ensordecedor, la puerta se abrió de par en par, revelando un resplandor cegador de luz dorada.
Sin pensarlo dos veces, los jóvenes se precipitaron hacia la luz, sintiendo cómo las garras heladas de las sombras los alcanzaban y los arañaban en un intento desesperado por retenerlos.
Y así, escaparon de la Casa en la Colina, con el corazón latiendo con fuerza y el alma temblando de terror. Juraron nunca volver a acercarse a ese lugar maldito, donde las sombras acechan y los secretos yacen en espera de su próxima víctima.
Desde entonces, la leyenda de la Casa en la Colina continuó atormentando a los habitantes del pueblo, recordándoles que hay lugares en este mundo que es mejor dejar en la oscuridad, donde las sombras danzan y los secretos aguardan pacientemente su próxima víctima.
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